Josu
De Solaun
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"Solaun rebasó las más optimistas especulaciones y bordó una versión sencillamente excepcional [del Segundo Concierto Op. 16 de Prokofiev]. Apoyado en un pianismo poderoso, sabio, de exquisita factura y grandiosa musicalidad, protagonizó una versión de referencia de la vanguardista obra maestra. Después de esta interpretación memorable, hay que afirmar sin tapujos ni más rodeos que estamos ante uno de los más interesantes y prometedores valores del teclado contemporáneo.

Pocos pianistas del circuito internacional existen tan capacitados para abordar este desafí­o [el Segundo Concierto Op. 16 de Prokofiev] como De Solaun, dominador de una resplandeciente técnica de intenso calado dramático, en la que asoman con fuerza el origen soviético de su depurada escuela pianí­stica ”“Horacio Gutiérrez, cubano formado en Moscú; Nina Svetlanova, alumna de Heinrich Neuhaus- y una cultura pianí­stica, una capacidad de trabajo y un talento natural absolutamente excepcionales.

Fue así­ una versión de intenso fundamento pianí­stico, como exige el tremendo caballo de batalla que supone afrontar en una sala de conciertos una obra de semejante dificultad, y que alcanzó su paroxismo en la imponente cadencia del primer movimiento, la más extensa y quizá también compleja de todo el repertorio pianí­stico. Josu de Solaun la afrontó con la naturalidad, fortaleza, poderí­o, opulencia sonora y sentido expresivo que iluminó toda su actuación. El público -que no es sordo a pesar de tanta tos y tanto aplauso a destiempo- captó de inmediato el prodigio que se produjo en el escenario, al que en absoluto fue ajeno el atento e involucrado acompañamiento brindado por Ramón Tebar y los profesores de la OV. La ovación al pianistazo fue clamorosa, propia de las grandes ocasiones, y posibilitó la audición, ya fuera de programa, de una tierní­sima y coloreada versión de La Maja y el ruiseñor de Granados que llevó al lí­mite las dinámicas más tenues y sutiles del piano. Fue el anticlí­max perfecto al intenso fuego prokofieviano, y preludio de la segunda propina, una Ondine cargada de reflejos y transparencias que remití­a al más puro Debussy. ¡Inolvidable! "

Justo Romero Levante - EMV