Josu
De Solaun
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En línea con el excelso virtuosismo mostrado en su anterior grabación titulada Totentanz, dedicada a obras de Strauss y Liszt, el pianista valenciano Josu de Solaun se ha adentrado en dos obras cumbre del arte concertante del siglo XX como son el Tercer Concierto Op. 30 de Rachmaninov y el Segundo Concierto Op. 16 de Prokofiev, enorme reto compartido con la Orquesta Sinfónica de Castilla y León bajo la dirección de la emergente batuta de Isabel Rubio, a la que induce a una asunción de concepto, integrando novedosos planteamientos pianísticos a un discurso orquestal que se mantiene en línea con la tradición interpretativa de estas obras.

Haciendo referencia a los momentos significativos de este registro, hay que resaltar en el caso de Rachmaninov la ligereza del tempo adoptado en el Allegro inicial, implementado con un asombroso mecanismo desarrollado por el pianista que lleva a la orquesta a un desenfrenado discurso, que viene a serenarse en el subsiguiente pasaje de extático y añorante efecto, lo que se convierte en un primer contrastado destello entre los bloques temáticos de este movimiento.

La siguiente tensión viene después del regreso del tema principal con la aparición de la cadencia que Josu de Solaun lleva al límite de expresividad, situándola en un grado de aparente improvisación realmente sorprendente a la vez que admirable, lo que significa una sustancial aportación al entendimiento de este fragmento, sin perderse en momento alguno la característica voz pianística del autor.

Una fascinante fusión de veloz mecanismo y claridad de tono se adueña del segundo movimiento, resultando uno de los mejores momentos de este registro. Con la misma espectacularidad afronta el Finale: Alla breve, lo que favorece la acumulación de tensiones con las que plantea su discurso hasta llegar a su triunfal conclusión.

En relación al Concierto de Prokofiev hay que resaltar la soberbia versión de la cadencia del Andantino-Allegretto que ocupa el primer movimiento, conectándola con un pianismo de libérrima expansión que se hace merecedor de un detallado análisis sobre su comprensión y exposición por su efecto rupturista respecto de la tradición interpretativa. Su controlado y a la vez enloquecido discurso se enmarca en la genialidad de esos escasos músicos que llegan a adentrarse en la música de otros compositores a un nivel trascendente, en el que su belleza, entendida desde su sustancial objetividad, adquiere instantáneamente sentido y razón de ser al margen de gustos y experiencias adquiridas por parte del oyente, que llega a sentirse absolutamente sobrepasado por la genialidad de una conciencia que materializa lo que debe ser una verdadera recreación musical.

En el Scherzo, el pianista condensa su brevedad con claro y preciso sentido contrapuntístico. Éste y la orquesta adoptan esa sonoridad tenebrosa del tercer movimiento, llenándolo de sensitiva oscuridad. En el tempestivo último tiempo, ambos elementos concertantes contrastan sus angulares y espaciadas melodías, reflejando el característico lirismo del autor hasta llegar a la bravura que pide su cadencia, antes de la acentuación dada a su falso final y definitiva reformulación del tema.

Jose Antonio Canton Ritmo